miércoles, 18 de julio de 2012

CULTURETAS 2012

Hola, soy el nuevo crítico musical de la revista "Hay que joderse para no caerse". Es un nombre en clave que se le ha ocurrido a mi jefe, y además tío, que aunque sabe perfectamente que cantidad de peña no lo va a pillar, lo escribe sólo para inteligentes y a los demás que les den.
Anoche me envió a un concierto de jazz de un señor muy importante. No me acuerdo cómo se llama el colega, porque lo ponía en la entrada y como yo iba acreditado no me dieron tique.
Lo que más me llamó la atención al entrar fue que no hubiera chicas monas, pechugonas y altísimas, como en los conciertos de la sinfónica o las carreras de motos o fórmula uno, sino chavales normales con camiseta negra, que ya se sabe que el negro es el color de los que no quieren ser como los demás, que van de colorines y marca, aunque ellos lleven el negro como color corporativo. Quizá sea porque siempre nos dijeron que el negro era la ausencia de color... Negro también era el pianista, pero luego hablaré de ese, que como es persona no es negro sino de color, y eso que el negro era la ausencia de color. Cada vez entiendo menos y aún no he empezado a criticar...
Otra cosa fue que al aire libre se puede beber alcohol, o que los progres y entendidos beben de forma responsable. Incluso vi un porrete en manos de una chica muy mona con una inscripción en la espalda, desde el cuello hasta donde la camiseta la tapaba, en caracteres hebreos, que ya se sabe que aunque ponga "La verdad os hará libres", si va en judío o japonés queda por encima del bien y del mal, y muy por arriba del regular. No sé si le gustó el concierto, porque se lo pasó dándole a la birra y al morro de su novio-chico-pareja o como se diga ahora.
Otra cosa muy impactante para los sentidos de olfato y vista era que la mayoría, y digo bien, de la gente tenía un tufillo a sudor y/o pachuli, y tendencia a enseñar la ropa interior, ya fuera en su forma masculina de calzoncillo o femenina de braga/tanga. Me hizo ilusión comprobar que los Abanderado siguen en primera línea. Lo sé porque como unos cuantos llegaron tarde, con el concierto ya comenzado, pasaron por delante de mí, (que no por delante mío, Dios me libre de poseer un delante), y me mostraron su muda y su falta de muda. Pude ver entre el público a representantes de prensa, políticos, consortes de unos y otros con estilos en la onda de "soy libre como el viento y paso de todo, pero quiero que se me note", personajes de la cultura provincial-provinciana y figurantes varios. Eché de menos a algunos fijos (más comisiones), aunque imagino que, o no pudieron pillar un pase de favor sin ser críticos (como yo), o estaban muy ocupados en su estudio, terminando un avant-garde proyecto monárquico-republicano por lo que pueda venir.
Presentó el espectáculo un hombre calvo y cincuentón que se disculpó por los recortes, palabra de moda, que dio paso a otro que no se disculpó por nada, sino más bien presumió de su habilidad para contratar a diestro y siniestro (más esto que lo otro) y con una falsa modestia cercana a la náusea, (si supieras que sé lo que crees que nadie sabe...) dio paso al elenco de artistas de primera fila, en el que sólo faltaba él, que no estaba por falta de tiempo.
Centrándome, si puedo, en la música, diré que el protagonista era un señor agachado que tocaba la trompeta. Reconozco que me pilló por la retaguardia y tuve que consultar a toda prisa en mi "esmarfoun" la wikipedia para enterarme de que era esquizofrénico desde muy pequeñito (el trompetista, no yo, que lo mismo también y no lo sé) y probablemente eso le ocasione conductas "diferentes". Eso no obsta para aplaudir su virtuosismo, que chocaba con el de los técnicos de sonido o el equipo en sí, al que le faltaba un cross-over o un speaking-splash como a mí dinero a fin de mes. Comenzó el recital con la estructura de "preludio-tutti-solo principal-otros solos-tutti-final" que respetó escrupulosamente a lo largo del evento, o al menos de la parte que presencié. Los solos de batería y contrabajo, que para mí son algo contranatura, se hicieron esperar hasta el tercer tema. Me supo mal que los presentes se miraran unos a otros para empezar a aplaudir tras cada solo o al finalizar cada canción, pero como hace menos de un mes fui el único que se puso de pie durante el consentimiento de dos contrayentes en una boda, que es la parte principal de la ceremonia, y tuve que sufrir las miradas de los fieles-infieles, ya me hago a todo, o lo que es lo mismo, tengo el culo pelado.
Tres cañas, dos porros, cuatro calzoncillos, un eructo, dos pachulis y un tanga más tarde, salí de allí mirando al cielo, con mi espalda y mi próstata dando gracias por el fin del suplico en forma de silla "Junta de semana santa".
Y es que el jazz, no lo puedo evitar, tío, se me hace pelín largo.