jueves, 7 de diciembre de 2017

EN PUCELA HACE UN FRÍO QUE PELA. NOTICIA FRESCA.



Entre el supermercado y mi casa hay apenas cuatrocientos metros, los pocos que aguanto a un grado -hoy el tiempo está siendo benigno- y con los brazos cargados de bolsas. Adelanté a una pareja que miraba el plano de la ciudad y me atreví a saludarlos, que nunca se sabe cómo se lo tomará un turista. A mi amigo Juan Ignacio le molestaba parecerlo y no daba tregua ni en las tiendas de Nueva York a los mexicanos. Él, en inglés, erre que erre, con su cara de irlandés, que bien da el pego.
-Buenos días, y perdonen que me meta donde no me llaman.
Me miraron con una sonrisa de sorpresa y agradecimiento, que no sé cómo se pone, pero les salió. Luego me contaron sus planes según los planos. Les di mi versión de lugareño. 
-Estamos alojados en Palencia y hemos venido a pasar el día aquí.
-¿De dónde son?
Se miraron como dudando en dar la respuesta. Al final contestó él:
-De Sabadell -con una elle final preciosa y catalana, de algún modo comparable pero no superior a la de mi tía Serafina, la madre de los Alonso Gómez, que sigue pronunciando su elle perfecta de castellana vieja, sabia y elegante.
-Pues sean bienvenidos a mi pueblo. Espero que lo disfruten. Si lo hubiera sabido, habría puesto la calefacción. Para otra vez, avísenme con tiempo.
Les acompañé un poco mientras trataba de explicarles por dónde ir y qué ver hasta que mis brazos hicieron sonar la alarma. Me quedé en la exaltación de la catedral más denostada del mundo.
-Buen día -quería decir bon, pero no acerté.
-Muchas gracias.
Les di una última recomendación para cenar: "La cocina de Manuel". Llegué a casa, descargué las bolsas -el cheque ahorro del súper me jugó de nuevo una mala pasada- y me alegré de haberlos saludado.
Espero que a estas horas estén disfrutando de una buena comida con sopa y lechazo, todo castellano, y vino de la tierra, que hay donde elegir.

Hace años hice lo mismo con unos turistas en la plaza de la universidad. El hombre que parecía dirigir la visita me comentó que había vivido en Pucela unos años y la encontraba muy cambiada, espero que para bien. Al despedirnos me espetó:
-Usted no es de aquí, ¿verdad?
-Claro que sí.
-Pues no lo parece.
Como no soy rubio ni tengo los ojos azules, cosa que mi hermano sí aunque nació de los mismos padres en la misma ciudad, entendí el mensaje.
-Usted lo ha dicho. La ciudad está muy cambiada.

domingo, 3 de diciembre de 2017

EL PREMIO (NO LA PELI DE PAUL NEWMAN)


Newman era uno de mis actores favoritos y no sólo por guapo: uno de esos tíos tocados por la varita mágica que da la naturalidad, actuando como si no hiciera nada. Se pasó la vida de peliculón en peliculón y al final, tras un Oscar honorífico por su carrera, le dieron uno de verdad, como él decía,  por "El color del dinero" que no dejaba de ser una película entretenida, muy inferior a "El buscavidas", "La gata sobre el tejado de zinc" o "Camino de perdición" donde encarnaba a un malo malísimo que nos descolocó a todos sus fans. La academia se sentía en deuda con él, según parece.
"El premio" era otra de sus películas, con la guerra fría de fondo. Y de premios va esta entrada del blog: esta semana me han dado uno y me he puesto muy contento, la verdad, no por la dotación económica, sino por el reconocimiento a toda una vida tocándome las narices. 
-Si me hubiera molestado un poco más, yo podría haber sido alguien -le dije a mi madre después de contarle lo del premio. Ella se rió. 

Desde los remotos tiempos de estudiante, en los que gané un par de ellos, uno de poesía y otro de relatos, no había obtenido galardón alguno, ni siquiera una medalla de las que regalaban sólo por participar en un campeonato entre clases o cursos. Si yo ganaba con mi equipo de fútbol o baloncesto, ese año no había trofeos. Era una espinita clavada en mis tripas. 

Mi amigo Alfonso, que además es mi jefe, con el que he colaborado en conciertos y alguna composición para su grupo popero "Chloe" -23 euros en concepto de derechos de autor así lo atestiguan-, quedó segundo el año pasado en un certamen de relatos deportivos. En esta ocasión nos presentamos los dos sin decírnoslo y ambos hemos obtenido premio. Ayer se casó, ya le iba tocando, y comentamos el asunto entre nosotros y con los invitados a la boda. Como soy un poco perro, cosa que bien sabe, el día anterior le felicité por su premio sin decirle que yo también había ganado otro.
-Ya ves -me dijo-, el de este año me gusta más que el del pasado, pero he quedado peor.
-Lo mismo había más nivel -contesté.
Acto seguido le envié una captura de pantalla del acta, con su nombre y el mío.
-Se ve que había más nivel -dijo, antes de echarse un trago a su Barceló con cocacola light.
El día 20 de este mes iremos ambos a recoger nuestros respectivos premios a la Casa Consistorial. Bueno, antes tengo que pedirle permiso para faltar a las clases después del recreo. Espero que no me ponga pegas...
Enhorabuena por tu matrimonio y por el premio, Alfonso. Yo soy un poco más feliz y tú bastante más. Y Sara, tu princesa de cuento, ni te cuento.